Sandra Calvo

Architectura sin Arquitectos

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Arquitectura sin arquitectos (2011-2014) es una práctica artística y política que retrata la ciudad informalizada a manera de ensayo visual. Proyecto colaborativo que deconstruye la noción de casa, que pasa de ser una estructura de concreto, dura y sólida, a lo que realmente es: un concepto frágil, en flujo, inestable y de enorme plasticidad. Se explora aquí la autoconstrucción como práctica, un saber adquirido a través de la experiencia y la intuición, que permite a las comunidades construir sus propias casas sin seguir un modelo jerárquico y sin la necesidad de arquitecto alguno.

 
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El incidente crítico de Arquitectura sin arquitectos es la proposición de un simulacro escultórico arquitectónico a una familia de Ciudad Bolívar, Colombia. La construcción de una casa de hilos, un ágora, una asamblea. Junto con la familia se ideó un código: con hilo negro se trazaron los espacios consensuados; con rojo los espacios en discordia. El resultado es un dibujo tridimensional transitable a escala real que sugiere la ubicación y tamaño de cada parte de la casa planeada: vanos que serán puertas o ventanas, muros de ladrillo, una escalera... Un dispositivo que facilita la negociación de posturas antagónicas. Una escultura concreta e intangible, poética y utilitaria. La casa como una escultura flexible que propicia diversas lecturas capaces de desbordar la finalidad práctica de la proyección arquitectónica.

 
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Preguntas y respuestas entre Sandra Calvo y Miguel Monroy

 

MM: ¿Cómo fue tu acercamiento con la familia? ¿que significó para ellos que alguien externo se insertará en la discusión de los espacios en disputa?

SC: La primera fase consiste en el acercamiento, la construcción de confianza y el relato sobre la vida y las actividades cotidianas de la gente, el nivel del retrato: entrar en un grupo, retratar lo que hacen, seguir sus procesos de trabajo, a manera de una historia de la crónica social que nace en el siglo XIX y XX; a través de toda una serie de herramientas que van desde  la novela costumbrista o de retrato de sociedad a formas de cine, antropología, documentalismo y etnografía. 

En esta fase se realizó la fundición de la losa donde no sólo colaboró la familia que habitaría la casa, sino también familiares, amigos y vecinos. Ésta es la parte más importante de la autoconstrucción, a la que se le conoce con el nombre de “echar la losa o levantar la cruz”, momento fundacional donde se retiran las láminas o las lonas temporales que han servido de techo y se sustituyen por una placa de concreto sólida que le da carácter de estabilidad, de pertenencia, de asentamiento “fijo” a la vivienda. 

Como parte de este proceso, propuse a la familia renovar las paredes de ladrillo para poder construir sobre cimientos más estables con ladrillos nuevos; sin embargo, hubo una negativa pues algunos de los ladrillos originales habían sido fabricados por la abuela en un horno casero, mediante una técnica poco usada actualmente. Para la familia este gesto era de gran valor, más que sentimental, utilitario; pues creían que los ladrillos eran una prueba fehaciente de que tanto el terreno, como la casa le pertenecían a su familia desde hace muchos años. Una evidencia arqueológica de su derecho a residir y construir en esos suelos. 

A medida que avanzabamos surgió un entendimiento más profundo del proyecto y un involucramiento pleno. Se generó un clima propicio para poder filmar y volver a filmar. La familia se mostró entusiasta y participativa; dialogamos mucho sobre los temas y los contenidos del documental. Fue entonces que pude registrar los detalles que expanden la casa a un contexto más amplio, que la vuelven un personaje: la casa como taller o fábrica donde se producen estructuras para esta misma, el agua a cinco grados para bañarse, la casi nula entrada de luz natural, el viento que se cuela por los vacíos donde se aparejan los ladrillos, el suelo frío e irregular, los montículos de grava, arena, alambres y piedras, a la espera de ser reutilizados. 

El trabajo comunitario nunca es neutral, nunca es objetivo y siempre está lleno de conflictos. Cuando no hay un elemento catártico que ponga en duda tanto tu posición como la del otro, hay que desconfiar de esa zona de seguridad, el locus anestesiado. En el proyecto de Arquitectura sin arquitectos la colaboración entre los familiares mostró la tensión al interior de la comunidad, al momento de tomar decisiones sobre la división y el uso del espacio. Uno de los retos más grandes de trabajar con comunidades es lograr implicarte de manera honesta, afectar y ser afectado, responsabilizarte y aceptar las consecuencias que derivan de esa colaboración. En la medida en que realmente te implicas en un proyecto, la colaboración nunca termina, se transforma, deviene memoria, deviene reflexión y posibilidad. 

Hay un elemento principal en este tipo de trabajos que se llama el proceso de construcción de confianza, que tiene que ver con la perseverancia y la empatía. La colaboración surge de la afectividad, pero esta afectividad no siempre es armónica o generadora de consensos. Colaborar significa implicarse, posicionarse, afirmarse y cuando se toma una postura existe el conflicto y el desacuerdo.  

No se trata de participar sino de posicionarse. Sin una condición a priori, pero también sin objetividad. Es precisamente lo que Marina Garcés llama la “honestidad con lo real”, un arte honesto, que entra en escena, que no es banal u objetivo, que es confrontativo, que violenta la realidad y que está inmerso en las problemáticas de su tiempo. 

MM: ¿Cómo crees que cambió la pieza al estar en el sitio y luego al mostrarla en el museo? ¿Qué perdió y que ganó con este desplazamiento?

SC: La dualidad de site/non-site rechaza una visión formalista y estática del arte. El proyecto ASA tiene como origen la necesidad de crear desde un espacio problemático y en tensión, y de hacerse visible en espacios públicos y expositivos. 

El site es el locus del conflicto y la negociación, la casa de hilo en Ciudad Bolívar, escenario de lucha y colaboración que funciona como punto de catarsis donde la obra se conecta con la comunidad.

El non-site es el documental expandido dentro del espacio museístico, espacio de diálogo y socialización con un público más amplio, una extensión que le permite al espectador conectarse con la casa autoconstruida, sus habitantes y las problemáticas de la vivienda informal. Un documental fragmentario o espacializado, donde la arquitectura se convierte en el soporte mismo de la imagen en movimiento: muros, escaleras, arcos, ventanas y puertas son también pantallas. El documental se despliega tanto en su aspecto sensorial como narrativo, el espectador participa en un cine transitable y tridimensional. Escenas que se desbordan de la pantalla para reinterpretar los soportes tradicionales del cine. Imagen-tiempo expandidos, la imagen se desvanece progresivamente, parece flotar, se multiplica como un caleidoscopio y al final se deshace. 

 

Dispositivos hechos con los materiales del mundo de la autoconstrucción, que remiten a las memorias e historias de estos sitios, por ejemplo, una pantalla simula una losa sobre el piso, esta losa está compuesta de grava, cemento y arena con los que se funde una placa de concreto. De modo que el espectador que transita esta pantalla Ievanta polvo y poco a poco ésta va perdiendo la forma, las personas se llevan la pantalla en los pies. 

La casa de hilo in-situ es de naturaleza efímera y sirve para proyectar. Su propósito principal es servir de guía para una construcción sólida. Dentro del espacio museístico (non-site) el plano arquitectónico deja de ser una proyección, deviene en una escultura o una instalación afectiva, dialógica y participativa que da cuenta de los lazos que se generaron entre familiares, amigos y vecinos durante el proyecto. La estructura de hilo en el cubo blanco del museo se eleva como homenaje al proceso continuado de proyección que sucede en la cabeza y en las conversaciones de sus inquilinos, mientras habitan y construyen el lugar.

MM: ¿Cómo funcionan las narrativas de los  videos en comparación con la presencia de la  instalación?

SC: En el espacio museográfico el filme se despliega como documental expandido, una ampliación de la proyección monocanal y la narrativa convencional, que hace uso de diversas modalidades para crear una atmósfera física que facilite la participación del espectador, uniendo diferentes disciplinas como la arquitectura, la interactividad, la hipertextualidad y la instalación. El documental expandido  (videoinstalación, instalación, archivo) se despliega tanto en su aspecto sensorial como narrativo, y el espectador participa en un cine transitable, fragmentado y tridimensional.

El filme se proyecta en videoinstalaciones multicanal sobre paneles de vidrio, madera y concreto. El dispositivo es una analogía de la resistencia a no desaparecer, donde la imagen proyectada se desvanece gradualmente. Se resiste a ser mostrada, flota sobre un vidrio, se desdobla, se repite, se fragmenta. La fragmentación de los fragmentos que se tocan y se separan, la deconstrucción de lo efímero. 

Este es un tipo de cine enfocado en la interacción. Contrario a la idea de un cine pasivo, este es un cine que  invita a la participación. La audiencia aquí no como receptora, sino como partícipe del espacio. Una audiencia en continuo diálogo e intervención con la película. 

El documental expandido es una explosión (o extensión) del material cinematográfico hacia una experiencia más intensa o amplia sensorialmente. Hacia la conjunción de espacio, imagen y sonido, donde no se trata sólo de exaltar la imagen como centro, sino de aumentar o expandir una idea, un estado físico y mental dentro de un espacio, el cual a su vez es referencial de aquello que se ve o se escucha.