Erik Bernado Tlaseca Gaona (México, CDMX, 1989)
Artista visual interdisciplinario. Su trabajo aborda temas que surgen de memorias inalcanzables e imágenes que tocan las transformaciones territoriales y los cambios en la identidad. Estudió Artes Plásticas y Visuales en la ENPEG “La Esmeralda”. En 2017 hizo parte del Seminario de Producción Fotográfica del Centro de la Imagen. En 2014-2015 y 2018-2019 fue acreedor de la beca Jóvenes Creadores del FONCA y entre 2019 y 2020 hizo parte del programa BBVA – MACG. Ha realizado programas de residencia artística en Motel Spatie, Holanda, en WRO Art Center, Polonia y en KUNCI Cultural Studies Center, Indonesia así como participado en diversas exposiciones colectivas entre las cuales se encuentran la Bienal de Yakarta en Indonesia. Fue miembro fundador de la Cooperativa Cráter Invertido, Zungale, Taller de Producción Editorial.
Un hombre recorre la loma en completa soledad, esperando la noche, en silencio se desplaza, mudo, sin dejar algún rastro. Él ve el movimiento del aire, es cómplice del pasar del tiempo.
De entre los árboles se ven siluetas, el único lenguaje que existe es la naturaleza ¿Cómo representar el denso olor de la humedad? ¿Cómo transmitir la presencia de la bruma?
Si al momento de muerte algo de la esencia de aquello escapa ¿a dónde va? Es en este momento donde una realidad contradictoria emerge, que contiene tanto esperanza como desesperación. El miedo por el fin de una era o momento que no volverá, la muerte de tradiciones sobre las cuales lo nuevo se impone y la incertidumbre de qué será lo que vendrá. Y esperanza por aquella nueva forma y cómo nos relacionamos con ella.
Concebido en seis distintas pieles, tejidas en palma natural en la comunidad mixteca de San Pedro Jocotipac, Oaxaca, localizado en la Sierra Mixteca; y en silicón prostético color piel y fluorescente en la Ciudad de México.
A través de un recorrido no lineal entre estos dos territorios, se entremezclan narrativas personales y experiencias compartidas con los habitantes de San Pedro Jocotipac. Partiendo del concepto náhuatl Ixiptla: "cubrirse de los ornamentos de un dios y ver, oír y hablar como él" como una invitación para explorar cuáles serían esas posibles materialidades de un tiempo presente, pero cruzado con anhelos, deseos y preocupaciones por el cuerpo actual.
El proceso de “Algún día llegará la noche” comenzó como una investigación sobre Xipe Totec, personaje prehispánico compartido por muchas culturas mesoamericanas durante muchos periodos, su nombre actualmente se suele traducir como “el dueño de la piel”. Un personaje sumamente complicado relacionado a diferentes festividades del inicio de la primavera, pero que consistía en alguien usando una piel humana real de alguna víctima de un sacrificio.
Algo relevante durante este proceso de investigación fue el término “Ixiptla”, que es la operación simbólica que realiza Xipe Totec, es un termino que suele traducirse como “imagen”, “substituto” o “personificador”: “Esto nos lleva a proponer una nueva traducción de ixiptla que descansa en el significado de las dos partes de la palabra compuesta: “envoltura” (xiptlahtli) se refiere al hecho de cubrirse con la vestimenta de un dios para volverse su “personificador”; “ojos” o “cara” (ixtli) es la palabra que resume la serie de órganos de los que depende la capacidad de ver, oír y expresarse como el dios.
Por tanto, ixiptla se puede traducir como “envoltura-órganos de la vista, del oído y de la voz” y reúne los términos que llevan los dos significados encerrados en la palabra: cubrirse de los ornamentos de un dios y ver, oír y hablar como él.” fuente
Aunque podríamos argumentar que la operación que lleva a cabo Xipe Tótec cae sobre una operación de dominación física y simbólica, algo que me interesaba era realizar esta misma operación sobre algo intangible, algo que no existió o aún no existe.
Mi relación con mi propio pasado e identidad no es una de una descendencia clara o definida, en cambio, es una relación frágil, no clara, fugitiva. Cuando la relación con lo que me ha construido es inestable y opaca, lo que más me interesa es guiarme por ese vacío.
El paisaje de San Pedro Jocotipac en la región de la mixteca en Oaxaca, las idas por el campo con Mariano Vasquez (habitante de la comunidad) y salir a cortar palma; fueron algo esencial en entender una narrativa. Comprendí que el tejido de palma es una relación organica con la naturaleza del paisaje. Salir por la mañana a hacer lo que se tenga que hacer en el campo: buscar a los animales o trabajar la tierra. Por la tarde se corta algo de palma y se recoge la que ya se había dejado secar, y se lleva a casa. No hay talleres para tejer palma, se teje en el tiempo que sobra por la tarde o la noche, no se usa mesa ni diagramas, tampoco hay gran herramienta más que un “huesito”, una cuña de metal (la forma tradicional era un hueso de venado tallado) que se usa para entremeter las partes más difíciles de la palma. Un proceso muy transparente de traducir el paisaje a un cesto, una cinta, ornamentos o herramientas para el trabajo en el campo.
Preguntas y respuestas entre Erik Tlaseca y Miguel Monroy
MM: Hay una relación matérica en tu obra, específicamente entre el material de la piel del personaje y el territorio. ¿Cómo funciona esto?
ET: Al principio del proyecto exploré la idea de la piel como una forma de avatar, una imagen que proyectamos al mundo, y cómo esto genera una realidad en sí misma. Conforme fui profundizando era evidente que esta forma de proyección identitaria está vinculada con el territorio y su tiempo. Para mi fue muy importante trabajar con materiales contradictorios, la eficiencia estandarizada del silicón, que llega a tu casa a través de pedidos a Estados Unidos, y que visualmente es casi idéntica a la piel humana, resistente y cuya técnica aprendes en gran parte a través de tutoriales youtube. Por otro lado, el tejer con hojas de palma, que es profundamente específico a la región de donde se corta la palma, la estación del año y la hora del día en que se teje, que me obliga a desplazarme a la comunidad en que se teje, usando tintes naturales que toman meses en extraer y que nunca dan un mismo color, y que todo esto es un conocimiento que se hereda de generación en generación sin un manual específico. Estos polos apuestos hablan de realidades completamente distintas y que sin embargo siento tienen mucho sentido en mi realidad, y que hablan de un deseo interno que vivo todos los días.
MM: El desplazamiento de lo rural hacia lo urbano me recuerda a las narrativas que sucedieron en México desde principios y mediados del siglo XX. En donde los habitantes de zonas rurales emigraron a la ciudad en busca de mejores oportunidades económicas. Esto generó entre otras cosas que la ciudad se leyera como lo moderno frente a lo tradicional o anticuado de las zonas rurales; el futuro contra el pasado. ¿Cómo funciona el significado de estos lugares en tu pieza?
ET: De alguna forma todos mis familiares han tenido momentos de migración, de pequeñas comunidades a la ciudad, y de las periferias de la ciudad a colonias céntricas. Probablemente a estos desplazamientos les anteceden otros desplazamientos de familiares que nunca conocí, y que generacionalmente muchos compañerxs se encuentran marcados por historias similares. Cuando no puedes regresar a ninguno de esos lugares (como es mi caso) siempre quedan fantasmas. Por otro lado, uno queda enfrascado en la ciudad, donde siempre está en conflicto la idea de lo moderno globalizado y lo “tradicional” idealizado que aún resiste. No creo que mi trabajo proponga alguna solución a este conflicto, el cual ha sido muy violento para muchas comunidades rurales, por eso la decisión de dejarme ir por la ficción, para tratar de dar forma a esos fantasmas que mencionaba anteriormente.
MM: ¿Cómo se inserta el brillo de la pantalla en la narrativa de tu pieza? Cómo funciona la iluminación de la cueva que es un elemento tan importante para la cosmovision prehispánica. La pantalla y su brillo lo cruzan todo, tanto el ámbito rural y el urbano, La cueva y el campo.
ET: Es una pregunta difícil a responder, porque no me interesa definir por completo estos dos conceptos: la cueva y la pantalla de luz. Por un lado, la relación de nuestros cuerpos con las pantallas y lo digital es algo que es problemático en el presente y empeorará progresivamente, tanto en la ciudad como en el campo. Las cuevas tienen una carga simbólica en diferentes cosmovisiones, es tanto el origen como el destino de muerte, pero suelen ser lugares introspectivos, que viven en la fantasía, pero también son lugares geográficos importantes y dan presencia a muchos miedos. Visualmente ambos elementos, la cueva y la luz son experiencias profundamente sensoriales, que es algo que he explorado en mi trabajo constantemente. Sin embargo, me interesa mantener una ambigüedad con estos conceptos, quizá para abrir su potencial como imágenes, y no anclarlos a un contexto sociohistórico específico.